2009/03/24

En el tiempo perfecto

"Tiene ingenio el hombre que dice aquello que nosotros habríamos dicho si se nos hubiera ocurrido antes."
- Cristóbal Zaragoza



En el tiempo perfecto

Cuando quiero lacerarme o extrañar todo lo que nunca he vivido me gusta conjugar los verbos, en el tiempo más perfecto: el tiempo pendejo. En este, no hay presente, o pasado, ni menos futuro.

… O mejor aún al evocar una no-realidad construida, puedo viajar al inter cosmos, al fin, cada mente tiene el propio.

El mío siempre ha sido basto, enorme y es tan fácil describirlo. Es una isla lejana, en medio de un mar de lamentos, cada gota que lo conforma fue única y se confunden entre las de ira, dolor o alegrías no sentidas; lo que se ve como tierra firme es arena, cada grano alguna vez formó parte de un sueño hecho añicos o la confianza depositada en otros… o recuerdos erosionados por el viento, en el que si a veces se pone atención se escucha algo así como “te lo dije…” casi en un susurro hiriente. Sueños, confianza y recuerdos han sido molidos a tal punto, que ahora, sólo son polvo obscuro -de ese que se te pega a la planta de los pies-.

Sobre este terreno estéril se elevan enormes edificaciones, donde sus escenarios y personajes están hechos de humo, que aún siendo de humo, cada edificación o relación infrahumana, cada una de estas pesan lo mismo que el plomo en el ánimo.

Quizás lo que más me duele es no haberme dado tiempo para decirle -a un pedazo de mi corazón perdido- un secreto... mis secretos, pues sus oídos ahora son oquedad en calcio, cenizas u olvido en sus propios recuerdos.

Es en las entrañas de este reino donde también están aquellas… las imprudencias buenas, las que no se ven en la apariencia. Aquellas donde del mismo modo al jugar a conjugar -quizás en tiempo un poco menos pendejo- me libraron de penas, pero sobre todo de culpas.

Es tan fácil viajar a esta dimensión para-lela, llena de malas decisiones y también las que no lo fueron tanto, pero al fin todas intangibles; sólo basta respirar profundo, tomar aire con todas las fuerzas, hasta casi hacer reventar los pulmones y soplar… exhalar muy fuerte, y así evaporar aquel mar, llevando en un violento torbellino arena y humo… al fin, con tan solo evocar e invocar en el tiempo pendejo, así el plomo ha de ser de nuevo tangible, en la mente, en mi mente.

si tan sólo hubiera… uy… mis pies están llenos de polvo otra vez.

Ulises Velázquez
::: Médico Pediatra
::: Padre de Casandra
::: Don Juan empedernido
::: Testigo de Jehová